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Nunca menos: la comunicación es un derecho


Detalles
Publicado: 12 Julio 2019
  • Opinión
  • Medios comunitarios

Por Juan Pablo Gavazza

Alberto Fernández, el candidato a presidente del proyecto “nacional y popular” que eligió Cristina, dijo el fin de semana que “la comunicación es un negocio”. Lo afirmó en una entrevista con el diario cooperativo Tiempo Argentino, en la que se permitió severos cuestionamientos a la razón de ser de la Ley de Servicios de Comunicación Audivisual.

Consideró incluso que haberle dado espacios a los medios comunitarios y sin fines de lucro constituía un “problema”. Y a contramano de lo que demuestran vastas experiencias en todo el país, dijo que esos medios populares no pueden ser sustentables.

 

Su mirada, cargada de prejuicios y repleta de una serie de frases hechas que contaminan el sentido común, es de una gravedad tal que merecería la reacción de los propios sectores que motorizaron la sanción de esa normativa, que es un ejemplo en el mundo.

El tema no es ni por asomo el más importante de la agenda nacional, en un contexto en el que el pueblo pasa hambre y tiene urgencias que deben ser atendidas desde las políticas públicas. Pero tampoco es un asunto que concierne solo a los medios comunitarios, porque las políticas que se tomen en el área tendrán impacto cotidiando y profundo, y representarán un alivio o un ahogo para lo que llamamos democracia. Sin medios comunitarios, no hay democracia.

 

Primero, un derecho

La comunicación es, primero que nada, un derecho humano. Así está considerada no solo por la ley vigente en la Argentina, sino por los organismos internacionales más prestigiosos, como la Organización de Naciones Unidas, que considera a la libertad de información como piedra angular de todas las otras libertades.

Graciaña Peñafort, abogada especializada en el tema, define: “como la comunicacion refiere no solo a un derecho individual, sino tambien a un derecho colectivo, sostener que es solo un negocio, le quita entidad como derecho. Si aceptamos que la comunicacion es solo un negocio, los periodistas dejan de ser personas con una función social y democráticamente relevante, a ser vendedores de galletas o de detergentes. Meros comerciantes de información”.

 

Después de eso (un derecho), la comunicación es un montón de cosas. Y desde ya, en un sistema capitalista, se convirtió en un negocio para quienes tienen ese objetivo del lucro y la rentabilidad. Lo mismo ocurrió con la Salud, con la Educación, con la propia Política: todo es un negocio para quienes piensan con esa lógica.

Pero si el hecho consumado es el que va a marcar la cancha –desde la comunicación hecha negocio hasta la adquisición de Telecom por parte de Clarín- y se lo toma como una determinación imposible de ser reformada, ¿para qué es que el proyecto nacional y popular ensalza tanto el regreso de la política como modo de resolver conflictos y provocar transformaciones?

 

Una "batalla cultural" que no termina

Es necesario que Alberto Fernández reformule su mirada sobre el asunto si es que quiere ser representante de un proyecto nacional y popular que genere esperanza. Y por otra parte es contradictorio el ataque a los medios comunitarios con su propia impresión respecto de la “batalla cultural” que dice que ganó Cristina cuando se puso en debate la ley.

Esa batalla cultural, que no es “una guerra” –como dice ahora Fernández tomando el discurso de Clarín- no terminó. Hay una pelea por la construcción de sentido en la que los medios comerciales hegemónicos difunden el discurso del odio con intereses concretos y aliados puntuales, que no difieren de los que operan en otros puntos de la región latinoamericana, y que se llevan puestos a los gobiernos democráticos que toman medidas populares. 

Con estos planteos, además, Fernández ignora la importancia que esos medios populares implican en diversos territorios a la hora de plantear la serie de discusiones y problemáticas que propone su propio proyecto político. Suena hasta poco inteligente no considerar a esos medios como aliados centrales, ya no para una campaña, sino para una eventual gestión.

Pablo Antonini, presidente del Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO): “Las radios y canales comunitarios, así como muchos medios gráficos y digitales concebidos no como negocio sino como ejercicio de este Derecho, fueron determinantes para romper el cerco informativo estos años, y lo seguirán siendo”.

El kirchnerismo ya se equivocó mucho cuando, tal vez aplicando esa lógica de que para gestionar medios tiene que haber “empresarios”, apostó por una serie de mercenarios berretas en lugar de democratizar y tener más en cuenta a los medios populares y comunitarios.

En este contexto sería una chicana fácil decir que estas palabras salieron de boca de AF tan luego después de una reunión secreta con Héctor Magnetto, según el diario Perfil.

Ejemplos a la pampeana

Sí es probable que Fernández, dirigente porteño, ignore realidades que ocurren fuera de Buenos Aires, donde atienden Dios y Héctor Magnetto. En pequeños pueblos del llamado interior, pero también en capitales provinciales –y en realidad en todos lados- los medios comunitarios y alternativos son fundamentales.

 

La Pampa es un caso paradigmático: la larga lucha que dio la Cooperativa Popular de Electricidad para brindar el servicio de televisión por cable permitió romper con el monopolio de Cablevisión en la capital provincial. CPE TV brinda un servicio de calidad, con mejor precio y eficiencia económica. Genera fuentes laborales y pone en el aire un contenido que tiene raíz en el territorio.

 

Radio Kermés puede jactarse de ser una de las más escuchadas a partir de una programación de calidad, es un medio sustentable y sostenible, que marca su propia agenda, que creció aun en estos años penosos, que también genera trabajo, que brinda espacios a sectores que no los conseguirían en radios comerciales, porque tienen otros objetivos, otros intereses, otras metodologías, otra mirada del mundo.

 

Del mismo modo, las experiencias de las cooperativas de LU 33 o de La Tosca representan mucha mayor y mejor riqueza que las radios comerciales que limitan su contenido a la reproducción de cadenas de emisoras porteñas, no generan trabajo ni discusiones sobre lo que ocurre en el territorio. Todas esas experiencias demuestran un mayor vínculo con los sectores sociales, un ida y vuelta con la comunidad, un interés por lo que les pasa a las personas, que otro tipo de medios no tienen en su radar.

 

Ernesto Lamas, uno de los fundadores de FM La Tribu, docente, comunicador: “cientos de medios comunitarios en todo el país corrieron los límites de la comunicación tradicional, demostrando que todas las personas tienen derecho a recibir, buscar y difundir información. El cambio de paradigma que se expresa en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual debería ser un piso para pensar las leyes de convergencia y medios que vienen. Desconocer los derechos que allí se plantearon luego de años de lucha sería un retroceso para la democracia”.

 

La falacia de lo "no viable"

 

Por otro lado, los grandes medios desde ya que obtienen ganancias y manejan millonadas, pero también a partir de la pauta oficial publicitaria que les facilita el Estado. Del mismo modo que hay medios “comerciales” que cierran sus puertas o que despiden trabajadores y trabajadoras para cerrar sus números.

 

Dice Martín Becerra, docente, investigador especializado en medios: “el mercado de medios está quebrado no sólo en localidades medianas y pequeñas, sino en los grandes centros urbanos, en los que la economía de los grupos más concentrados sería ruinosa sin la periódica asistencia estatal. De modo que si el ejercicio de la comunicación masiva sólo se guiara por la ley del mercado y por los negocios prósperos, no habría comunicación en la Argentina”.

 

La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fue una de las más y mejor debatidas en la historia del país. Fue aprobada con una mayoría contundente por legisladores de distintos partidos. Antes atravesó discusiones políticas y en foros participativos y federales. Pasó el filtro de la Corte Suprema de Justicia, que confirmó su constitucionalidad.

 

Su aplicación fue limitada y deficiente, pero ojalá todas las leyes tuvieran semejante discusión popular. Lo que hizo el macrismo fue mocharla en algunas de sus partes esenciales, con complicidad legislativa.

 

Es comprensible la nueva correlación de fuerzas que generaría un triunfo electoral del espacio nacional y popular. Es entendible que se piensen nuevos modos de consenso y nuevos actores de esos acuerdos. Es lógico que siempre, todo el tiempo, haya una discusión sobre la ley y sobre los medios.

 

Pero de ningún modo puede tolerarse que se parta de un piso de semejante retroceso. También en este tema, si Alberto Fernández es tan nestorista como se dice, debiera saber que “nunca menos”.



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