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Tener hijos no es para todas las mujeres


Detalles
Publicado: 31 Octubre 2020
  • Feminismos
  • Tu Tiempo Mujer
  • Rocio Mallia
  • Maternidades

Por Rocío Mallía*, para Tu Tiempo Mujer.

 “¡Hijos!” Es el mandato de la religión, de las madres y suegras que pretenden ser abuelas, de las abuelas que pretenden ser bis, de las bis que esperan titularse como tátaras, del capitalismo que espera la procreación para evitar una crisis productiva.

“¡Hijos!” vocifera un coro de voces cuya metáfora preferida es la del “tren que pasa” y la del “reloj que corre cada vez más rápido a partir de los treinta”. Aunque estos preceptos de antaño parecen no haber cambiado, ¿cuáles son las nuevas presiones e imposiciones que el sistema capitalista-patriarcal impone sobre los cuerpos gestantes?

El Día de la Madre es, como pocas otras, una fecha fuertemente cargada de símbolos y connotaciones diversas. En las últimas décadas, gracias a las reivindicaciones y acción del colectivo feminista, han logrado barrerse de un plumazo muchos de los discursos patriarcales férreamente instalados en los medios y la publicidad alrededor de estas celebraciones.

 En este contexto, y en el afán de continuar pensando en el horizonte de una maternidad feminista, me interesa traer a colación un ensayo de la escritora chilena Lina Meruane, para referirme brevemente a algunos modelos de maternidades no hegemónicas: madres arrepentidas, madres que no amamantan, madres-a-medias y otros tipos de monstruos poco simpáticos a los ojos de los discursos mainstream.

Editado recientemente por el Grupo Editorial Penguin Random House, Contra los hijos (2018) constituye un polémico manifiesto que lanza sus dardos hacia varios frentes de batalla. El primero, y el más previsible, se dirige contra el cañoneo de preguntas desatadas sobre las mujeres, una vez superada la barrera de los veinte años, y que pueden sintetizarse en una sola: ¿cuándo vas a tener hijos? Sí, cuándo, porque un “no” es inconcebible.

También polemiza en torno a la tiranía de los recién nacidos y contra los progenitores que, cómplices del patriarcado, en escasas ocasiones asumieron históricamente la justa mitad en la tarea de procrear. Su misiva, al mismo tiempo, abarca a las mujeres que renunciaron a sus aspiraciones por fuera de la maternidad y a los derechos conquistados por las generaciones anteriores y que aceptaron/aceptan pasivamente la tarea asignada, sin exigir el apoyo estatal o parental.

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Meruane analiza la situación del sujeto posmoderno mujer-madre que, según su visión, aunque ha conquistado mayores derechos que las madres-dueñas-de-casa, también se ve sometido a nuevas presiones. Al mismo tiempo que se ha incrementado la presencia pública y política de la mujer-madre, las exigencias sobre ella en los ámbitos internos y privados no han disminuido.

Tampoco parecen distribuirse las tareas del hogar de modo suficientemente equitativo: la paternidad continúa vinculada a las tareas lúdicas y recreativas durante la crianza, mientras que la maternidad se relaciona mayormente con los quehaceres higiénicos o, por el contrario, de suciedad.

A su vez, al mismo tiempo que se intenta comenzar a respetar la decisión de aquellas mujeres-que-aún-no-han-sido-madres, se han vuelto aún más feroces los requisitos hacia las mujeres-madres para ser, precisamente, buenas mujeres-madres. Ya no solo basta con parir, también hay que hacerlo sin anestesia y prescindiendo de una camilla; hay que usar pañales de tela; amamantar y extender los plazos de lactancia; hacer colecho; alimentar las crianzas con productos orgánicos, caseros y agroecológicos; renunciar a las mamaderas y a los chupetes; no engordar demasiado y bajar de peso inmediatamente; controlar con fervor el índice glucémico de los alimentos ingeridos por les niñes, etc etc etc etc.

Así, surge la contraposición entre las mujeres-madres-totales, que se han vuelto madres de profesión, asistentes a cursos de lactancia y maternidad, defensoras del medioambiente y de la dedicación a tiempo completo de su tarea de crianza; y las madres-a-medias, divididas entre el amor maternal y los intereses profesionales, personales o artísticos. Parece ser que la diferencia entre ambas se juega, simbólicamente, en el alimento. Específicamente en la leche materna.

Meruane cuestiona el proselitismo lactante instalado en las últimas décadas, que ha diseminado culpa, frustración y ansiedad entre aquellas mujeres que, por un motivo u otro, no pueden o no quieren amamantar y que, bajo la lupa moral, ven menoscabado su valor. Meruane se pregunta, finalmente, si este “aparente progresismo de corte ecológico” no será la reaparición, en versión new age, de los viejos mandatos de maternidad intensiva, absoluta y exclusiva que, ahora, además pretenden juzgar con dedo acusador otras formas de vivirla.

adriana lestido retrato niña

Finalmente, me interesa recuperar un último tópico que aborda el ensayo y sobre el que pesa uno de los tabúes y silencios más densos en torno a la maternidad: el arrepentimiento. Pareciera que todas las crónicas de arrepentimiento versan en torno a mujeres que no fueron “madres a tiempo” o que decidieron abortar.

Ahora bien, ¿qué sucede con las historias de las mujeres-madre que se arrepienten de serlo y quisieran volver el tiempo atrás para tomar una decisión diferente? No debemos confundirnos en este punto: Meruane no se refiere a las historias de desesperación, aquellos pintorescos relatos que emanan de la falta de sueño, de descanso placentero y de tiempo para el bienestar personal, entre otras desgracias. No. Estas son anécdotas frecuentes, política y socialmente aceptadas, no así las de arrepentimiento.

Al parecer, estas últimas son esas historias que, cuando se quitan del terreno del abstencionismo, se relatan en privado o en forma anónima, no sin un halo de culpa y remordimiento profundos. La palabra que mayor temor provoca al verbalizarlas es una y, como todo en este mundo, también está increíblemente generizada: egoísmo. Así, lo que para algunos privilegiados sujetos masculinos constituyen legítimas inquietudes intelectuales, artísticas y laborales, en la mujer se disfraza de egoísmo e individualismo.

Egoísta, sentencia Meruane, también es aquella mujer que no quiere tener hijos. Doblemente egoísta la que no quiere y, lejos de ensayar una compleja retórica argumentativa, simplemente sentencia: “porque no tengo ganas”. Bajo esta lógica que imparte el pecado del egoísmo por doquier, la maternidad es un bien inherente a la maravillosa biología femenina ante el que nadie puede negarse y que, una vez aceptado, no admite renuncias ni protestas estructurales. Un elefante blanco.

Contra los hijos (2018) es una gran rabieta contra los nuevos mandatos, también contra los antiguos disfrazados de progresistas, que aún al día de hoy pesan sobre los cuerpos gestantes. Es un texto filoso, tan reparador para algunas lectoras como difícil de digerir para otras. Llama a la conmiseración y a la indignación en simultáneo aunque, fundamentalmente, nos llama a pensar (nos). A pesar de las ya evidentes bondades del texto, a las que se suma un estilo de escritura mordaz, ácido y fluido, nobleza obliga advertir que el último capítulo, titulado “El Imperio de los hijos”, tiene tramos completamente prescindibles y olvidables cuyo juicio dejaré a criterio de la lectora o lector de turno. Volviendo a la pregunta planteada al inicio de la reseña, luego de terminar el ensayo de Meruane seguramente concluirán conmigo en la idea de que aún largos caminos restan transitar para que nuestros úteros y glándulas mamarias descansen tranquilos.

*Docente e integrante de la revista educativa y culural Chasqui.

Imágenes: Adriana Lestido (serie Madres e Hijas)



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