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Los lugares comunes del discurso gordofóbico


Detalles
Publicado: 06 Diciembre 2020
  • Derechos Humanos
  • Tu Tiempo Mujer
  • gordofobia
  • Rocio Mallia

Por Rocío Maillia*, para Tu Tiempo Mujer

En noviembre del año 2019, el Congreso Nacional aprobó la Ley Nacional de Talles en nuestro país. Aún así, luego de un año, esta ley aún no se encuentra reglamentada ni vigente. Una letra bella pero muerta, entre tantas otras. Si tenemos en cuenta que, según una encuesta realizada por la ONG Anybody Argentina, más de la mitad de lxs argentinxs tiene serias dificultades para adquirir indumentaria en sus correspondientes talles, resulta complejo garantizar el derecho a vestir en este contexto.

En el marco de los reclamos por una urgente reglamentación de la ley, se abrieron amplios debates en torno a los cuerpos, estereotipos y gordofobia. Por este motivo, en esta ocasión me parece particularmente interesante retomar algunos puntos de una publicación que llegó a mis manos hace un par de meses. Se trata de Stop Gordofobia y las panzas subversivas, publicada por la Editorial Zambra en el año 2016 y escrita por la uruguaya Magdalena Piñeyro, licenciada en Filosofía y co-fundadora de la página StopGordofobia.

Los lugares comunes del discurso gordofóbico

Piñeyro retoma un estudio denominado “El discurso popular de obesidad. Análisis de contenido de una discusión virtual”, publicado en el año 2012, que analiza los comentarios que lxs usuarixs de diferentes redes sociales volcaron en el posteo de una noticia relativa al Día del Orgullo Gordo. El análisis crítico de estos discursos arrojó información consistente sobre algunos prejuicios y lugares recurrentes.

El primero de ellos es el discurso del abandono. En este sentido, lxs comentadores se ampararon en la idea de que las personas gordas han “caído” en la absoluta desidia y que, por tal motivo, las instituciones estatales deben intervenir sobre sus cuerpos para la reeducación. Asimismo, se los diagnostica “enfermos”, tan solo a partir de una valoración estética que se asienta en la siguiente ecuación: delgadez = salud; gordura = enfermedad.

Si bien el sobrepeso es un claro factor de riesgo al momento de contraer o sufrir una variopinta cantidad de problemas de salud, no parece haber en este discurso una preocupación genuina por el estado físico. Por el contrario, subyace un rechazo y discriminación gordofóbicos que se amparan en argumentos científicos para obtener legitimidad.

Bajo el ala de esta misma argumentación biomédica, se acomoda cómodamente el discurso de la discriminación como aliciente para el cambio: “te discrimino para tu bien” o “te discrimino para que reacciones y adelgaces”. Ahora bien, Piñeyro se pregunta bajo qué circunstancia sería posible lograr el cuidado de los cuerpos desde el abierto rechazo y fobia hacia ellos.

Por otro lado, al analizar los epítetos más empleados para designar a las personas gordas, las palabras que se mostraron más recurrentes resultaron ser: “descontroladas”, “fuera de sí”, “egoístas”, “acaparadoras”, “ineptas” y “perezosas”. Es decir, se despliega un amplio abanico de prejuicios que intersectan aspectos vinculados con la clase social, los rasgos de la personalidad, las políticas del cuidado personal y la salud. Resulta especialmente llamativa la presencia insistente de términos que remiten a la falta de control sobre el propio cuerpo y la propia conducta. La pregunta que se abre, entonces, es: si estxs ciudadanxs no pueden ejercer el control sobre sí mismxs, ¿quiénes encarnan la voz autorizada para hacerlo? La respuesta no les sorprenderá.

Según Piñeyro, todo esto confluye en la exclusión de las personas gordas del terreno de aquello que la filósofa Iris Marion Young denominó “respetabilidad”. La respetabilidad otorga poder, el poder de la voz autorizada. Por ende, quienes carecen de respetabilidad carecen, en otras palabras, de poder tanto para la toma de decisiones sobre la propia vida y el propio cuerpo como para la emisión de opiniones y sentires particulares.

Bajo esta lógica, se desposee a las personas gordas de la voz autorizada para decidir y ser escuchadas, al tiempo que se deposita la intervención en unx otrx respetable. En otras palabras, se deposita en otr xque se encuentra bajo el paradigma de la delgadez.

¿Cómo se intersecciona la gordofobia con el género?

En Argentina, según la información proporcionada por el Centro Especializado en Desórdenes Alimenticios (CEDA), del total de la población joven que sufre trastornos de la conducta alimentaria, el 90 % está conformado por mujeres y el 10% por los hombres. ¿A qué responde esta diferencia porcentual tan significativa?

Piñeyro retoma los aportes de la ensayista estadounidense Naomi Wolf, una de las principales representantes de la tercera ola feminista, quien afirma que, si bien hay numerosas teorías aún vigentes que emplean un enfoque individual para el diagnóstico y el tratamiento de la problemática, resulta necesario hacer mayor hincapié en la violencia simbólica que se ejerce sobre las mujeres, las pone en conflicto con sus corporalidades y les imprime el imperativo de la dieta constante.

Sin lugar a dudas, el mayor abrevadero de violencia simbólica actualmente son ciertos medios de comunicación, publicidades y redes sociales. Allí, señala la ensayista uruguaya, existe una tendencia hegemónica hacia la representación de los cuerpos femeninos bajo una mirada que les quita la subjetividad: son cuerpos sin historia, sin cultura, sin etnia, sin gustos, sin cualidades intelectuales, sin envejecimiento, sin grasa, que se sostienen por inercia y en posiciones imposibles. Cuerpos sin alma.

Lo personal siempre es político y esta no es la excepción. Son estos discursos sociales los que modelan nuestro imaginario y la percepción sobre nuestro cuerpo, al tiempo que limitan nuestras experiencias y autoestima. El imperio de la delgadez y la gordofobia no se sostiene en un trauma particular e individual. Por el contrario, son las ficciones gordofóbicas opresivas y restrictivas de la belleza y la delgadez, y la consecuente incitación a alcanzarlas a cambio de la prometida felicidad y éxito social, quienes se cobran miles de víctimas por año.

La novedad del texto de Piñeyro reside en la presentación de la gordofobia como la verdadera razón de ser y origen de los trastornos de alimentación. Es el régimen de inanición lo que hay que atacar, al tiempo que se vuelve necesario reivindicar el derecho de ser, existir, decidir y tener voz de las personas gordas. Ese parece ser el desafío de las nuevas oleadas feministas, no estirar la norma sino romperla para que nadie, ningún cuerpo, quede fuera ni dentro de ella.

*Docente de Letras.  Integra la revista educativa y cultural Chasqui

Imagen:  Marianela Saavedra (Facebook)



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